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Introducción

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En principio, la definición y clasificación de los trastornos de personalidad se presenta como fruto de un «acuerdo» alcanzado tras una profunda revisión de la bibliografía publicada y la praxis profesional y se termina aceptando "como solución de compromiso".
El capítulo no abarca todos los trastornos de personalidad descritos en los sistemas de clasificación usuales, y ni siquiera todos los importantes. El tipo de personalidad conectada con dimensiones antisociales y delíctivas está tratado en un capítulo específico.
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Personalidad y Trastornos de Personalidad

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En la definición de la personalidad esencialmente existen dos alternativas muy claras en la psicología contemporánea.
En la primera se identifica como personalidad aquella parcela del funcionamiento personal que es resistente al cambio, se encuentra consolidada y posee una generalidad y coherencia de respuestas en distintos tiempos y contextos.
En la segunda línea de pensamiento, por personalidad se entiende todo aquello que identifica al ser humano individual a lo largo del ciclo vital, por lo que debe integrarse en un modelo de personalidad desde la reactividad situacional hasta el estilo de vida, las motivaciones, creencias y concepciones del mundo.

A. DEFINICIONES DE LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD

La definición que proporciona el DSM cubre los siguientes aspectos:

  • Definición de personalidad a partir de los rasgos, entendidos como «pautas duraderas de percibir, pensar y relacionarse con el ambiente y con uno mismo y se hacen patentes en un amplio margen de importantes contextos personales y sociales».
  • Para que los rasgos de personalidad «adquieran» el carácter de convertirse en trastornos de personalidad deben poseer ciertas características: «en el caso de que los rasgos de personalidad sean inflexibles y desadaptativos, causen incapacitación social significativa, disfuncionalismo ocupacional o malestar subjetivo» se habla de trastorno. Dicho con otras palabras: los criterios de anormalidad propuestos lo son de forma disyuntiva (aunque no excluyente): sufrimiento personal, problemas laborales o problemas sociales.

B. TIPOS DIFERENCIADOS EN LOS SISTEMAS DE CLASIFICACION MAS DIFUNDIDOS EN PSICOPATOLOGIA

En la actualidad se siguen tres grandes sistemas actuariales de clasificación para los trastornos de personalidad, que presentan algunas relaciones entre sí. Estos sistemas son:
  1. La Clasificación internacional de las enfermedades (CIE 10), realizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 1992) y principalmente utilizada por psiquiatras y psicólogos europeos.
  2. La clasificación gestada en Estados Unidos denominada Manual de estadística y de diagnóstico, de la cual ha estado vigente hasta hace muy poco la tercera edición revisada y acaba de publicarse la cuarta edición. (DSM-IV).
  3. La propuesta por Millon que incluye un sistema multiaxial para los trastornos de personalidad utilizada para la preparación del DSM-III R.
El DSM propone que existe un trastorno de personalidad cuando los rasgos de personalidad son inflexibles y desadaptativos. Además, previene a los posibles usuarios del manual que la emisión de un diagnóstico de trastorno de personalidad sólo debe hacerse cuando esos rasgos sean típicos del funcionamiento del individuo a largo plazo y no se limiten a episodios concretos de alguna enfermedad.

Los trastornos de personalidad se dividen en tres grandes conglomerados que engloban un total de once trastornos. No está muy claro en base a qué criterios se establecieron estos tres núcleos aunque la American Psychiatric Association dice haber propuesto los once trastornos en base al consenso. Tampoco se establece un criterio de ordenación según la gravedad de la incapacitación social, disfunción ocupacional y malestar subjetivo. Los tres núcleos, así como los trastornos, son los siguientes:
  1. Individuos raros y excéntricos. paranoide, esquizoide y esquizotípico.
  2. Personalidades erráticas, emocionales y teatrales. histriónico, antisocial, narcisista y límite.
  3. Individuos temerosos con marcada ansiedad: dependiente, obsesivo compulsivo, pasivo agresivo y trastorno por evitación.
Para aquellos casos en los que las características del individuo no se acomodan bien a ninguno de estos tres grupos, se propone un cuarto núcleo denominado mixto y atípico.

El DSM III R propone que se realicen diagnósticos politéticos para los trastornos de personalidad, en el sentido de que el clínico no considere que hay síntomas necesarios para diagnosticar un trastorno, sino que pueda establecer el diagnóstico utilizando diferentes combinaciones del conjunto de síntomas que se incluyen como característicos de cada uno de los trastornos, siempre que el número de los presentados por el paciente sea, a excepción del trastorno de personalidad antisocial, la mitad más uno. De esta forma se establece el punto de corte a partir del cual se pasa de la normalidad a la anormalidad. Por ejemplo, en el caso del trastorno paranoide, de los 7 síntomas que lo describen han de estar presentes, al menos, 4 para que se pueda establecer tal diagnóstico. Este sistema de clasificación establece con claridad dónde acaba la normalidad y dónde empieza la patología. Sin embargo, es justamente esta forma de establecer el punto de corte en el continuo de normal patológico uno de los puntos que está siendo más criticado.

La CIE 10, sin aportar una definición concreta de qué es un trastorno de personalidad, separa lo que son: (1) trastornos específicos de personalidad, (2) trastornos mixtos y otros trastornos de la personalidad y (3) transformaciones persistentes de la personalidad. Todos ellos tienen en común el abarcar formas de comportamiento duraderas y muy arraigadas en el ser humano (igual que el DSM).

Una diferencia entre los trastornos específicos y las transformaciones persistentes de la personalidad es que los primeros tienden a presentarse en la infancia y adolescencia, persistiendo durante la edad adulta. Las transformaciones se producen en la vida adulta a consecuencia de catástrofes, traumatismos y exposiciones prolongadas a situaciones estresantes, o tras haber padecido alguna enfermedad psiquiátrica grave (que no haya tenido nada que ver con lesiones cerebrales).

Los tres grupos quedan configurados así:
  1. Trastornos específicos. paranoide, esquizoide, esquizotípico, disocial, inestabilidad emocional de la personalidad, histriónico, narcisista, ansioso, dependiente, anancástico y «sin especificar».
  2. Trastornos mixtos. trastornos mixtos de la personalidad y variaciones problemáticas de la personalidad.
  3. Transformaciones persistentes de la personalidad. trastorno subsecuente a experiencias traumáticas, trastorno subsecuente a enfermedades psiquiátricas, otras transformaciones y transformaciones de la personalidad sin especificar.
En la CIE 10 han de estar presentes en el paciente, al menos, tres de los sintomas para que haya patología (en la mayoría de los casos, siempre la mitad de los síntomas característicos).
Tampoco en la CIE 10 se aporta una gradación de la gravedad de los trastornos. Quien sí ha realizado tal gradación y sigue actualmente insistiendo en la organización de las anomalías de personalidad según diferentes niveles de gravedad es Millon.

Para Millon la personalidad se compone de categorías o pautas de afrontamiento al medio aprendidas, que son formas complejas y estables de manejarse en el entorno y que conllevan conductas instrumentales mediante las cuales los individuos logran refuerzos y evitan castigos. Por este motivo organiza los trastornos de personalidad, además de por la gravedad que suponen, según la naturaleza del refuerzo (positivo y negativo), por la fuente del refuerzo (uno mismo y los demás) y por las conductas instrumentales para conseguir los refuerzos (estrategias de afrontamiento pasivas y estrategias activas). De esta forma obtiene ocho tipos fundamentales de personalidades anómalas (de gravedad leve ligera e intermedia, que presentan conflictos intrapsíquicos desadaptativos que dificultan la satisfacción personal para encontrar los refuerzos en sí mismo o en los demás) y tres varíantes de éstas (de gravedad alta, caracterizándose por déficit en habilidades sociales y brotes psicóticos periódicos y reversibles):
  1. Gravedad leve ligera: histriónico, dependiente, antisocial y narcisista.
  2. Gravedad intermedia: pasivo agresivo, obsesivo compulsivo, evitador y esquizoide.
  3. Gravedad alta: esquizotípico, límite y paranoide.
Estas once alteraciones de personalidad comparten tres características:
  1. una gran inflexibilidad que limita las oportunidades de aprender nuevas conductas;
  2. frecuente existencia de acciones que fomentan círculos viciosos, y
  3. una gran fragilidad emocional ante situaciones de estrés.
Millon y Everly aportan descripciones mucho más completas, siguiendo siempre un mismo esquema: (1) conducta observable del individuo, lo que significa describir cómo aparece el individuo ante los demás; (2) conducta interpersonal, es decir, cómo interactúa esa persona con los demás; (3) estilo cognitivo, referido al proceso de pensamiento que realiza el sujeto; (4) cómo muestra las emociones, entendida como expresión afectiva; (5) cuál es la percepción de sí mismo, y (6) cuáles son los mecanismos de defensa primarios que se están utilizando.

El sistema de clasificación de Millon es más rico y completo que los otros dos sistemas, aunque con una orientación teórica posiblemente discutible.

En conclusión, parece que actualmente se acepta la existencia de diez once trastornos de la personalidad en los sistemas de clasificación categorial, empleados tanto por psiquiatras como por psicólogos clínicos a la hora de hacer diagnósticos. Por las publicaciones revisadas, la preferencia de uno u otro sistema categorial da la impresión de venir determinada por la pertenencia del usuario a un continente u otro, a excepción de los clínicos españoles que parecen utilizar más el DSM

C. EVALUACION

Para poder evaluar las características de los individuos y establecer un diagnóstico de trastorno de personalidad, se han gestado, desde los propios sistemas de clasificación categorial, entrevistas estructuradas y semiestructuradas, autoinformes e instrumentos para recoger información de terceras personas acerca del cliente.

Generalmente el clínico que utiliza una entrevista ,ya sea estructurada o semiestiructurada, puede distinguir entre problemas situacionales y rasgos de personalidad. Esta distinción es importante, puesto que uno de los criterios específicos para considerar unas conductas como indicadoras de un trastorno de personalidad es que sean estables en el tiempo, y tradicionalmente se ha entendido como rasgo aquella característica que es duradera estable a nivel temporal.

Los problemas principales que afectan a las entrevistas clínicas para diagnosticar trastornos de personalidad son:
El efecto de halo cometido por el clínico, quien puede formarse una primera impresión del cliente y a partir de ahí dirigir la entrevista hacia un punto determinado que puede no ser el esencial;
El error fundamental de atribución, si se defiende que los rasgos de personalidad son los únicos determinantes de la conducta humana sin considerar que hay circunstancias sociales y ambientales que pueden explicar las manifestaciones comportamentales del «presunto» paciente;
La distorsión de la información aportada por el propio sujeto que resulta un problema en cualquier tipo de evaluación, pero es más preocupante cuando se sospecha que el cliente padece algún trastorno psicológico.

Frente a todo ello hay que decir que las entrevistas tienen una ventaja: permiten al clínico realizar una observación directa del paciente, observación que se considera necesaria para hacer un diagnóstico de trastorno de personalidad.

La entrevista más utilizada actualmente es la gestada a partir del DSM III, la SCID (Structured Clinical Interview).

La información obtenida mediante las entrevistas puede ser completada por la ofrecida a través de los autoinformes, de los que hay una gran diversidad en la literatura especializada en trastornos de personalidad, tanto los diseñados para medir los trastornos de personalidad de los sistemas taxonómicos como otros generados para medir otros trastornos mentales o para medir personalidad normal. Entre estos últimos se utilizan, principalmente, el Sixteen Personality Factors (16 PF de Cattell) y el Minnessota Multiphasic Personality Inventory (MMPI, de Hathaway y McKinley).
Los cuestionarios e inventarios especializados más utilizados son el MCMI (Millon Clinical Multiaxial Inventory) del que hay dos versiones.

Finalmente, se recomienda que la evaluación se complemente con la información aportada por una tercera persona, por lo que deberían utilizarse escalas de calificación. Un ejemplo puede ser el Personality Assessment Schedule (PAS) de Tyrer y Alexander, que es a la vez autoinforme y escala de calificación. Esta prueba utiliza 24 rasgos para evaluar los trastornos de personalidad mediante una pregunta general sobre cada rasgo, y algunas preguntas adicionales que se plantean al paciente, y otra al familiar.

Los problemas son la baja fiabilidad que caracteriza los diagnósticos clínicos. Según el trabajo de Meehl las predicciones realizadas utilizando procedimientos clínicos de analizar la información eran peores, o en todo caso similares, a las realizadas utilizando procedimientos estadísticos.
Las críticas que han experimentado los diagnósticos de los trastornos de personalidad realizados a través de pruebas diseñadas a partir de los sistemas categoriales de clasificación es que existen tales problemas por estar utilizando Sistemas Categoriales para medir el continuo entre normalidad y anormalidad en lugar de Sistemas O Criterios Dimensionales. Es decir, los problemas no vendrían porque los distintos trastornos de personalidad (los incluidos en los DSM, en las CIE o en el sistema de Millon) están incorrectamente definidos, sino porque el sistema categorial tendría una serie de deficiencias inherentes que conducen a diagnósticos solapables, erróneos o, en algunas ocasiones, a no realizar el diagnóstico.

Los tres sistemas categoriales presentados defienden la existencia de un continuo entre normalidad y anormalidad; sin embargo, a la hora de establecer el punto a partir del cual se puede hacer un diagnóstico concreto, al menos el DSM y la CIE 10 proponen que el paciente presente la mitad de los síntomas característicos del trastorno (en el caso del DSM la mitad más uno), de forma que si se posee sólo la mitad menos uno, ya no se puede realizar el diagnóstico.
El sistema categorial sólo permite establecer si se pertenece o no a una categoría concreta, de modo que se pueden cometer muchos errores de diagnóstico si es el juicio clínico el que prevalece.

Para solucionar estos problemas se han propuesto una serie de alternativas para «transformar» el sistema categorial en dimensional. WIDIGER recomendó que en lugar de establecer el diagnóstico en términos de prototipicidad categorial de presencia o ausencia, se hiciera un continuo desde lo nada prototípico porque no se presente ningún rasgo del trastorno hasta lo prototípico total. Este tipo de propuesta no sólo no eliminaría la posibilidad de utilizar una terminología uniforme, característica de los sistemas categoriales, sino que además permitiría describir de forma más adecuada en qué medida tiene cada paciente un trastorno. Aunque desde nuestro punto de vista, con este procedimiento no se resuelven ni los problemas conceptuales de fondo (posibilidad de trastorno cuando se presente un rasgo muy acentuado, coherencia teórica), ni los problemas aparejados con la fiabilidad.

Se ha observado la existencia de importantes redundancias de síntomas entre distintos trastornos de personalidad, incluso entre aquellos que pertenecen a distintos grandes apartados. Sólo eliminando las redundancias se conseguirían diagnósticos claros sobre la base de prototipos claros o patrones específicos para cada trastorno. La CIE 10 sí que avisa al usuario del manual de esta solapación y, por ello, recomienda la realización, si es necesario, de un diagnóstico múltiple en los trastornos de personalidad.

Además de esta solapación intracategoría de trastornos de personalidad, algunos teóricos han denunciado la falta de independencia entre los ejes I y II porque algunos síntomas se presentan a la vez en ambos ejes.

Finalmente, la última crítica a los sistemas categoriales proviene de los mismos rasgos a medir. Pero en este caso, la crítica no va dirigida tanto al sistema categorial por sí mismo, como a las pruebas que se utilizan para medir los rasgos. Algunas de las pruebas a partir de las cuales se establecen los diagnósticos miden sólo aspectos muy concretos del trastorno, como por ejemplo, el PAS, que aporta una puntuación sobre la anormalidad de la personalidad considerando tan sólo su efecto sobre su ajuste social, pero no acerca del malestar subjetivo consigo misma.

Los propios críticos proponen alternativas. Y así, desde el modelo de los Big-Five se pretende reemplazar el sistema categorial del DSM utilizando el cuestionario NEO PI de Costa y McCrae, la estrategia seguida consiste en evaluar a personas con o sin diagnóstico de trastorno psiquiátrico (sea de personalidad o mental) con este cuestionario y analizar las relaciones de los cinco factores con el diagnóstico o con los rasgos que componen cada diagnóstico.
Los factores de este modelo dimensional son:
Factores del NEO-PI :
  • Neuroticismo es el factor que parece tener un patrón más estable a nivel de población normal y psiquiátrica.
  • Extroversión.
  • Cordialidad.
  • Minuciosidad o escrupulosidad.
  • Apertura.
Se trata de ver en cada uno de estos factores si se da o no junto con los rasgos típicos de cada patología (ejem. el neuroticismo se da positivamente con el dependiente y el compulsivo pero negativamente con la personalidad narcisista o antisocial)

En líneas generales, las ventajas que parecen tener los sistemas dimensionales frente a los categoriales a la hora de establecer diagnósticos de trastornos de personalidad son:
  1. Los sistemas multidimensionales dicen aportar datos empíricos a partir de los cuales se establece cuándo es un trastorno y cuándo es otro.
  2. La cantidad de información que se poseería del paciente cubriría un rango más amplio de características, puesto que no se restringiría su conocimiento a los síntomas más típicos de cada diagnóstico categorial. Además, este último no es capaz de recoger la complejidad que existe en cada ser humano.
  3. Los sistemas dimensionales permiten una mayor flexibilidad.
Sin embargo, y como los propios defensores de estos acercamientos reconocen, tal vez la principal dificultad de los sistemas dimensionales sea justamente esta flexibilidad en el sentido de cómo encontrar los puntos de corte que permitan separar lo anormal de lo normal y tomar decisiones clínicas a la hora de establecer el tratamiento.
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Cuestiones Etiologicas y Epidemiologicas

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A. UN ANALISIS GENERICO

Desde un punto de vista biológico médico, los trastornos de personalidad tendrían un fuerte componente biológico que explicaría su aparición. Pero desde un acercamiento más social, serían las interacciones interpersonales y los aprendizajes de aquí derivados los responsables de tal aparición. Hoy en día, y en función de los sistemas de clasificación categoriales y dimensionales, no se puede decir que la responsabilidad se pueda adscribir totalmente a uno de los dos bloques de factores. Más bien sería la interacción continuada entre ambos lo que a lo largo de la infancia y la adolescencia iría configurando un patrón de comportamiento que conduciría al establecimiento, a partir aproximadamente de la tercera década de vida, de un diagnóstico de personalidad.

Sólo MILLON se atreve a dar datos concretos acerca de las posibles circunstancias biológico aprendidas que serían entendidas como etiología de los trastornos de personalidad.
Millon propone que existen determinantes biogénicos y psicogénicos que covarían para formar la personalidad a lo largo del tiempo, de forma que el curso de las últimas características está relacionado intrínsecamente con los eventos de la infancia.

En términos generales, y tras una revisión de los trabajos epidemiológicos realizados en Estados Unidos, desde 1960 hasta 1986, parece que en líneas generales los trastornos de personalidad están asociados con los jóvenes y con el género masculino.

B. SINTOMAS ASOCIADOS Y TRATAMIENTO

Así como existía más o menos un acuerdo entre los distintos sistemas de clasificación a la hora de establecer los síntomas característicos de cada trastorno (otra cosa era la cantidad de rasgos que se tenía que manifestar), a la hora de establecer cuáles son otros síntomas asociados a los trastornos de personalidad existe muy poca relación entre lo que propone cada uno de los sistemas. Además, sólo dos de los sistemas ofrecen datos de este tipo, ya que la CIE 10 no comenta nada en su clasificación.

En líneas generales, los apuntes de Millon están directamente relacionados con trastornos mixtos de personalidad y trastornos del eje 1, mientras que el DSM indica que, en caso de estar asociado a otro trastorno, en la mayor parte de las ocasiones se refiere a otro trastorno de personalidad, lo que resulta incoherente con el propio manual, o mejor dicho, pone de manifiesto que las críticas que los modelos dimensionales le hacen no andan muy descaminadas: los síntomas de los trastornos de personalidad se solapan en gran medida; si no se llega al punto de corte se puede ser diagnosticado de otro trastorno y, a pesar de no avisar de la posibilidad de establecer diagnósticos múltiples de personalidad, parece que los mismos productores del DSM consideran que suelen presentarse varios trastornos de la personalidad a la vez en un mismo paciente.
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Un Muestreo Significativo de Problemas

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A. LA CONTRASTACION EMPIRICO ESTRUCTURAL

Se han llevado a cabo dos esfuerzos continuados para ofrecer un esquema un tanto distinto de los trastornos de personalidad desde la psicología de la personalidad con una concepción cercana a la definición de personalidad que defiende el DSM. El primero de ellos es el de H.J.Eysenck; el segundo, el de los cinco grandes, uno de cuyos representantes de excepción es P. T. Costa.
  • La teoría de H.J.EYSENCK arranca de un análisis histórico acerca del pensamiento tipológico de occidente, y entre sus objetivos iniciales se encontraba el de situar el diagnóstico psiquiátrico en un estado científico o, alternativamente, ofrecer un esquema de estructura de personalidad en el que cupieran las principales alteraciones mentales. Eysenck propone, como resultado final de su trabajo, tres dimensiones temperamentales que, en su opinión, dan razón de los factores básicos de personalidad: neuroticismo, introversión, y psicoticismo. En la interacción entre estas tres dimensiones se encontrarían situadas las perturbaciones de la personalidad.
  • El MODELO DE LOS CINCO GRANDES se encuentra en un menor estadio de elaboración y contrastación por lo que se refiere a trabajo experimental y a correlatos comportamentales que el modelo eysenckiano, pero, por el contrario, ha llevado a cabo estudios comparativos entre los factores aislados por el modelo y las clasificaciones de los trastornos de personalidad ofrecidas por el DSM. El modelo de cinco factores presenta relaciones con el sistema de clasificación de los trastornos de personalidad del DSM pero los resultados no acaban de ser coherentes y falta mucho trabajo experimental demostrativo tanto de la independencia de los cinco grandes como de la dinámica experimental y predicciones que sobre ellos puedan hacerse en distintas tareas de laboratorio y conductas de observación en estudios de campo.
B. UNA SUGERENCIA PARA UN PROGRAMA DE TRABAJO QUE PUEDE LLEVAR A UNA SOLUCION ¿POSIBLE?

El autor de este capítulo, V.PELECHANO, viene desarrollando desde hace más de dos décadas un modelo de personalidad que ha sido bautizado como Modelo De Parámetros De Personalidad.

Pese a no negar la existencia de sustratos biológicos y el papel que la biología puede desempeñar en los trastornos de personalidad, acentúa las categorías de análisis psicológico y social, puesto que en la actualidad parecen ser éstas las más susceptibles de análisis y de intervención en ambientes naturales.

Este modelo se asienta en la teoría general de sistemas, la propuesta de un puente de unión entre psicología bivariada y multivariada y la defensa de la multidimensionalidad de la personalidad y su conceptualización como un conjunto integrado de sistemas y subsistemas, que se encuentran a distinto nivel de generalidad y consolidación y en cuyo cénit se encontraría el concepto de sí mismo.
El ser humano se entiende como un conjunto integrado de sistemas y subsistemas.

A la hora de entender los «trastornos de personalidad», el modelo propone dos indicadores de patología: (1) la puntuación en los factores y (2) la interacción y/o estructura relacional entre dos o más factores que pueden encontrarse a distinto nivel de consolidación. La impulsividad, el sistema de creencias o el neuroticismo representan fuentes claras de posibles «debilidades» o susceptibilidad a sufrir trastornos de personalidad.

Se defiende la existencia de niveles de gravedad distintos, que dependen del tipo de factor, sus relaciones con el resto de factores y las influencias concretas de las variables y parámetros dentro de cada sistema.

Finalmente, el modelo propone que los trastornos de personalidad llevan consigo una serie de características que no se agotan con la identificación de los indicadores propuestos por los sistemas clasificatorios al uso y, por ello, con el fin de promover un desarrollo del conocimiento encaminado a aliviar los problemas generados por estos trastornos, se insiste en la necesidad de explorar las competencias psicológicas que poseen este tipo de personas (intra e interpersonales, social institucionales y habilidades de afrontar situaciones conflictivas y/o de estrés).
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Introducción

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También conocido como silogismo lineal.

La relación de transitividad se define como la propiedad de cualquier escala o dimensión de acuerdo con la que se compara u ordenan objetos.

En general usamos un silogismo, constituido por dos premisas en las que relacionamos tres términos en función de una propiedad transitiva.

Se pueden introducir también relaciones negativas en una de las dos premisas o en ambas (premisas de igualdad negada)

En total habría 32 pares de premisas; 8 afirmativas, y 24 negativas (8 con la primera premisa negativa, 8 con la segunda y ocho con ambas).

También se han utilizado silogismos indeterminados en los que los dos términos de la serie están situados hacia el mismo extremo de la relación con respecto al término medio, no pudiéndose alcanzar una conclusión válida sobre la relación entre ambos.

"Pensamiento es más plomo que Modificación"
"Personalidad es más ligera que Pensamiento"
¿Modificación versus Personalidad?

A partir de Störring el razonamiento con series de tres términos ha planteado una polémica centrada en el tipo de representación de las premisas. Algunos sujetos parecían formar un diagrama mental, mientras que otros parecían resolver el problema de forma verbal.
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El Modelo Operacional

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De acuerdo con Hunter (1957) para poder hacer una inferencia transitiva es necesario que las premisas contengan la misma relación y que el término medio sea el predicado de la primera premisa y el sujeto de la segunda.

1 más que 2
2 más que 3

Cuando el argumento no contiene la misma relación o no viene expresado en un orden natural se deben aplicar las operaciones de conversión y de reordenación de las premisas.

Los problemas más difíciles sería B menor que A, B mayor que C y B mayor que C, B menor que A, dado que requieren convertir la relación de la segunda premisa y luego reordenarla.

La primera premisa establece la dirección de la serie y se prefiere hacer los reajustes sobre la segunda.

Los resultados experimentales no apoyaron todas las predicciones del modelo operacional. Johnson-Laird y Bara encontraron que en los silogismos transitivos también ocurría el efecto de la figura.

Como ya había anticipado Hunter el nivel de dificultad de los silogismos estaba relacionado con el proceso de integración de la información en función del tipo de figura u orden de los términos.
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Modelos Basados en Imágenes Mentales

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De Soto, London y Handel sostienen que el proceso de solución de los silogismos transitivos requiere la combinación de las interpretaciones de las premisas en una representación unitaria y espacial. El modelo de la imagen mental que proponen está basado en la elaboración e interpretación de una imagen del contenido de las premisas.
Los autores identifican dos principios generales. El principio denominado "Principio de la preferencia direccional": Los sujetos prefieren construir los órdenes espaciales en determinadas direcciones. En la cultura occidental, de izquierda a derecha y de arriba abajo. Las relaciones también se representa en estos ejes espaciales. Por ejemplo, se prefiere asignar la relación mejor - peor a un eje vertical en el que el término mejor se sitúa en el extremo más alto. Un silogismo transitivo será más fácil si la primera premisa contiene en primer lugar el término que se sitúa más arriba o más a la izquierda de los ejes espaciales.

El otro principio denominado "El principio de anclaje de los extremos", postula que la construcción espacial será más fácil cuando se enuncia en primer lugar uno de los extremos de los ejes espaciales.

La construcción de estas disposiciones espaciales parece ajustarse a preferencias culturales, tales como la escritura y la lectura. Sin embargo, el principio del anclaje de los extremos sólo parece influir en la segunda premisa. Huttehlocher supone que en la comprensión de la primera premisa se coloca un término en relación con el otro en la disposición espacial que construyen los sujetos.

El efecto ancla lo explica aludiendo al papel que desempeña el término extremo en el enunciado. Si el tercer término de la segunda premisa es el sujeto gramatical la comprensión será más fácil que si es el objeto gramatical.
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El Modelo Lingüístico

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Frente a los modelos de la imagen, Clark propone que la inferencia transitiva se basa en representaciones proposicionales, y la dificultad se debe a factores lingüísticos.

Este autor también postula tres principios generales: Principio de las relaciones funcionales, principio del marcado léxico y principio de la congruencia. El principio de la primacía de las relaciones funcionales sostiene que las relaciones del tipo sujeto, predicado, verbo u objeto directo se almacenan y se recuperan con prioridad a otras informaciones. Por ejemplo: "Áreas es mejor que Modificación, Modificación mejor que Pensamiento" La información del predicado es prioritaria a la información comparativa, y en este caso se pierde el término medio Modificación, haciendo que el problema sea más difícil, ya que se debe recuperar el término medio para realizar la inferencia entre Áreas y Pensamiento. Cuando en la representación comprimida no se pierde el término medio, el problema es más fácil. Por ejemplo, para "Áreas no es tan malo como Modificación, Modificación no es tan malo como Pensamiento" daría: Modificación es peor, Pensamiento es peor, Modificación es menos malo.

El principio del marcado léxico establece que algunos adjetivos bipolares son asimétricos.

Algunos adjetivos son neutros con respecto a la magnitud de la escala, mientras que otros presuponen uno de los extremos de la escala. La premisa "A es peor que B" resulta una premisa semánticamente más compleja que "A es Mejor que B". En el primer caso, estamos presuponiendo que ambos son malos, y no que el enunciado expresa el grado de comparación entre ambos de forma que los términos A y B se podrían situar en el extremo alto del eje espacial (ambos son buenos) y al compararlos entre sí encontrar que A es peor que B.

El principio de la congruencia sostiene que la recuperación de la información es más fácil si la representación de las relaciones funcionales es congruente con la pregunta formulada.

El principio de la congruencia se encuentra relacionado con el tipo de búsqueda que ha de realizarse en la memoria y con la dificultad impuesta por el almacenamiento de la información, mientras que los principios de la primacía de las relaciones funcionales y del marcado léxico aluden al proceso de comprensión de las premisas.

Para Clark la confrontación entre ambos modelos (de la imagen versus modelo lingüístico) es más evidente en las premisas negativas y los datos experimentales apoyan las predicciones del modelo lingüístico. Las premisas negativas tendrían un equivalente en la versión afirmativa que daría lugar a las mismas predicciones en el modelo espacial y a predicciones inversas en el modelo lingüístico.

No obstante, algunos autores señalan que Clark parte del supuesto de la equivalencia entre las premisas afirmativas y las negativas y que esta equivalencia puede no existir en el proceso de la comprensión.

Por ejemplo: "Psicodiagnóstico no es tan malo como Pensamiento" puede que no se interprete como Psicodiagnóstico es mejor que Pensamiento, sino como Pensamiento es peor que Psicodiagnóstico.

Tampoco podemos diferenciar el principio de anclaje de los extremos del modelo espacial y el principio de congruencia del modelo lingüístico, dado que predicen resultados convergentes, aunque por razones distintas.

El modelo mixto de Sternberg es un modelo conciliador, que reúne la contribución de los aspectos tanto lingüísticos como espaciales en la explicación del razonamiento con series de tres términos. En este modelo el procesamiento de la información lingüística contenida en las premisas precede a la representación espacial, y ambos tipos de representaciones se encuentran disponibles durante la ejecución de los procesos de búsqueda y recuperación de la información.

La propuesta del modelo mixto intenta integrar los aspectos del modelo lingüístico relacionados con los adjetivos marcados

Cuando la segunda premisa es de igualdad negada, se propone un proceso de búsqueda del término medio si la codificación lingüística de esta premisa tiene como objeto gramatical al término medio. A partir de la localización del término medio se construye una representación unitaria, situando primero la primera premisa y luego la segunda. Si la respuesta se encuentra en la segunda premisa, la lectura de la respuesta es inmediata. En el caso de que la respuesta se encuentre en la primera premisa, entonces se realiza un recorrido a través de la serie espacial.

Los datos experimentales sobre los tiempos de solución de los silogismos transitivos se ajustan mejor al modelo misto propuesto por Sternberg que al modelo de la imagen o al lingüístico considerados aisladamente.

Las instrucciones también pueden influir en la representación. Por ejemplo, se ha encontrado que si la pregunta se presenta antes que las premisas se adopta una estrategia lingüística y si la pregunta se presenta después, una estrategia espacial.
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La Teoría de los Modelos Mentales

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Se centra en el análisis del proceso de inferencia, independientemente del tipo de representación. La construcción de un modelo mental de las premisas refleja la estructura de la disposición espacial y esta estructura no tiene que identificarse necesariamente con una imagen mental concreta. Los sujetos construyen un modelo mental de la situación descrita por las premisas basándose en su conocimiento del significado de los términos relacionales.

La idea central es que se representa la disposición espacial del contenido de las premisas y se combinan estos modelos para llegar a una inferencia sobre las relaciones entre los dos términos no relacionados.

La teoría de los modelos mentales está en desacuerdo con la representación proposicional de los modelos lingüísticos y defiende una representación integrada de la información basada en la construcción de los modelos mentales. Las predicciones del modelo de la imagen mental y el lingüístico coinciden. Recordemos que la teoría de los modelos mentales predice que la dificultad de los problemas dependerá del número de modelos mentales que puedan construirse a partir de las premisas. Partiremos de series de cinco términos, en las que se pueden generar silogismos transitivos con más de un modelo mental y con una conclusión válida.

Los resultados experimentales apoyaron las predicciones de la teoría de los modelos mentales frente a las predicciones del modelo de Hagert. El número de los modelos mentales, y no el número de reglas, determinaba la dificultad de los problemas.

En la teoría de los modelos mentales la sobrecarga de la memoria de trabajo es una de las fuentes principales de error y a medida que aumenta el número de modelos mentales también aumenta la dificultad de los problemas.

La memoria de trabajo a su vez se encuentra constituida por un procesador central que recibe apoyo de otros dos subsistemas temporales: un almacén fonológico y uno visoespacial. Si se introduce durante la realización de una tarea de silogismos lineales una segunda tarea que requiera la utilización de este almacén visoespacial, se esperaría encontrar un deterioro en el rendimiento de los sujetos al producirse una interferencia en la construcción y elaboración de las disposiciones espaciales en la memoria de trabajo.

Los resultados experimentales han puesto de manifiesto que la introducción de una tarea visoespacial interfería en el rendimiento, apoyando la representación de una disposición espacial en el razonamiento silogístico.
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Introduccion

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Una inferencia deductiva permite alcanzar una conclusión que se sigue necesariamente de las premisas del argumento.

Razonamiento Silogístico

El silogismo categórico está compuesto por dos premisas y una conclusión en la que se establece una nueva conexión entre proposiciones a través del término medio. La premisa que contiene el sujeto de la conclusión se denomina premisa menor, y la que contiene el predicado, premisa mayor. La estructura habitual del argumento presenta primero la premisa mayor, en la que se relaciona el termino medio y el predicado de la conclusión, y luego la menor, en la que se relaciona el término medio y el sujeto de la conclusión, y, por último, la conclusión.

Los silogismos contienen enunciados de cantidad (universal, particular) y polaridad (afirmativa, negativa) dando lugar a cuatro tipos de proposiciones:
  1. Universal afirmativa (A): Todos los A son B.
  2. Universal negativa (E): Ningún A es B.
  3. Particular afirmativa (I): Algún A es B.
  4. Particular negativa (O): Algunos A no son B.
Total silogismos posibles: 48.

Se considera que una conclusión válida es débil si se obtiene una conclusión particular cuando se permite una conclusión universal.
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La hipótesis de la atmósfera de las premisas

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“Cuando las premisas contienen al menos una premisa particular entonces la conclusión es particular y en el caso contrario universal, y cuando es negativa la conclusión es negativa, y en el caso contrario, afirmativa”.

Sells (1936) también sugiere que puede existir un principio general de prudencia por el que se supone que las conclusiones universales son menos prudentes que las particulares y este principio explicaría la preferencia que muestran los sujetos por las conclusiones particulares.

La hipótesis de la atmósfera de las premisas siempre predice una conclusión y los sujetos responden con frecuencia que no hay una conclusión válida.
Para resumir podemos decir que si bien la hipótesis de la atmósfera de las premisas no es propiamente una teoría que explique la tendencia al error debida al modo de las premisas, los efectos que predice son lo suficientemente importantes como para que sean explicados por las teorías y modelos sobre el razonamiento silogístico.
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Modelos basados en la interpretación de las premisas

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Chapman y Chapman (1959). El principio de la inferencia probabilística supone que los sujetos muestran una consistencia interna en su razonamiento, pero con una regla errónea. Esta regla errónea conduce a que los sujetos consideren que aquellas entidades que comparten determinadas propiedades tendrán mayor probabilidad de compartir otras relaciones. La hipótesis sobre la conversión ilícita es, sin embargo, un error de la interpretación de la universal afirmativa y de la particular negativa, sin aludir al efecto atmósfera y sin hacer referencia a una regla de inferencia falaz.

El error por la conversión ilícita de las premisas ocurre cuando se interpreta que la premisa universal afirmativa (A) “Todos los A son B” es equivalente a “Todos los B son A” y que la premisa particular negativa (O) “Algunos A no son B” es equivalente a “Algunos B no son A”. Conviene señalar que esta conversión es lícita para las premisas en el modo universal negativa (I) “Ningún A es B” y particular afirmativa (E) “Algunos A son B”.

También se encontró que el contenido temático puede facilitar el razonamiento silogístico, dado que el proceso de conversión se puede bloquear cuando el contenido da lugar a premisas que entran en conflicto con el conocimiento del sujeto. Según Revlin y Leirer, el razonamiento silogístico con contenido es mejor que el abstracto porque el contenido bloquea la conversión de las premisas en el proceso de codificación.

Con respecto al efecto del contenido, que en los trabajos de silogismos se conoce también como sesgo de creencias, ya Wilkins (1928) había encontrado que el contenido familiar facilitaba el rendimiento, pero que éste disminuía cuando el contenido entraba en conflicto con la estructura lógica.
En líneas generales, los resultados experimentales de los silogismos categóricos han puesto de manifiesto que los sujetos tienden a considerar que un argumento es válido si están de acuerdo con su conclusión, y que es falso si no lo están. Además, Evans, Barston y Pollard (1983) encontraron una interacción entre validez lógica y credibilidad de las conclusiones, siendo el efecto mayor para los silogismos inválidos que para los válidos.

Evans et al. Propusieron dos modelos para explicar cómo se realiza el proceso de evaluación de las conclusiones:
  • El modelo de escrutinio selectivo sostiene que los sujetos se centran primero en la conclusión del argumento y si ésta es coherente con su sistema de creencias, entonces la aceptan sin más. En otras palabras, si las conclusiones son creíbles, entonces los sujetos no se molestan en hacer un análisis lógico y sólo cuando las conclusiones son increíbles se procede al análisis lógico del silogismo.

Tres tipos de estrategias:
  1. “Sólo conclusión”.
  2. "De la conclusión a las premisas”
  3. “De las premisas a la conclusión”
Los sujetos que consideraban sólo la conclusión o primero la conclusión y luego las premisas fueron los que presentaron una mayor tendencia a responder de acuerdo con la credibilidad de la conclusión.
  • El otro modelo está basado en una mala interpretación del concepto de necesidad y sostiene que los sujetos en realidad no entienden la “necesidad lógica”. El modelo sostiene que cuando hay un argumento con conclusiones posibles, pero no necesarias desde el sentido lógico, los sujetos responden de acuerdo con la credibilidad de las conclusiones. De esta forma, se distingue entre un silogismo inválido determinado o indeterminado.

Un silogismo inválido indeterminado daría lugar a conclusiones posibles pero no necesarias y los sujetos se encontrarían influidos por la credibilidad.
Cuando el silogismo es inválido determinado no se sigue ninguna conclusión y la credibilidad no ejerce ninguna influencia.

También Begg y Harris (1982) sostienen que los errores de razonamiento silogísticos se encuentran en la interpretación de las premisas, pero no por un proceso de conversión sino porque los sujetos interpretan los cuantificadores de acuerdo con la lógica de las convenciones lingüísticas y no con el significado propio de la lógica. Los sujetos interpretan los cuantificadores sólo de tres formas: ninguno como exclusión, algunos como intersección y todos como identidad.

De acuerdo con la máxima conversacional de cantidad se debe transmitir la mayor cantidad de información posible y no ocultar deliberadamente parte de la información (Grice, 1975).
Estas perspectivas teóricas defienden la racionalidad desde un modelo de convenciones lingüísticas en el que las reglas del lenguaje otorgan una lógica intuitiva o natural. Sin embargo, por el momento no hay datos experimentales suficientes como para poder decir que las interpretaciones “griceanas” constituyan la principal fuente de errores del razonamiento silogístico.

Los modelos de conversión también han sido criticados porque no pueden explicar los efectos producidos por la figura del silogismo.
Cualquier modelo que pretenda explicar el razonamiento silogístico tendrá que contemplar los efectos encontrados tanto de los aspectos estructurales (modo y figura) del silogismo como del contenido.
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Modelos basados en la representación de conjuntos

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Una de las técnicas lógicas para la inferencia silogística es el método de los círculos de Euler. Este método se basa en la utilización de círculos para la representación en un plano euclideano de las relaciones entre los conjuntos comprendidos en las premisas del argumento.

Para saber si una conclusión es válida hace falta considerar todas las formas posibles en que se combinan los diagramas de las dos premisas del argumento. Un argumento es válido cuando la conclusión es verdadera en todos los diagramas que representan todas las posibles combinaciones de las dos premisas.

Erickson propuso una teoría del razonamiento basada en los círculos de Euler.
En la primera etapa de interpretación de las premisas también influirá el contenido del argumento. Para evaluar o producir una conclusión se han de combinar las representaciones de las premisas en una sola representación del silogismo.
En la segunda etapa se asume que el sujeto no hace un análisis exhaustivo de todas las combinaciones posibles de las interpretaciones de las premisas, sino que selecciona una combinación también de acuerdo con parámetros probabilísticos. Finalmente, para dar la respuesta selecciona una etiqueta verbal que se corresponda con la descripción de la combinación obtenida en la etapa de combinación.
También se asume que los sujetos son proclives el efecto atmósfera. El problema principal de esta perspectiva radica en el número tan extenso de formas distintas en las que se pueden combinar los diagramas.

El modelo de cadena transitiva de Guyote y Sternberg (1981) también asume una representación simbólica semejante a la representación de los círculos de Euler, pero libre de errores al ser una representación exhaustiva.

Los modelos basados en los círculos de Euler predicen que la dificultad de los silogismos dependerá del número de diagramas necesarios para la interpretación y combinación de las premisas. Sin embargo, los datos experimentales ponen de manifiesto que algunos de los silogismos que los sujetos resuelven sin dificultad precisan un número mayor de diagramas que otros silogismos que son más difíciles para el sujeto a pesar de que requieran un número menor de diagramas.

Los diagramas de Venn de Newell (1981). Son otra técnica lógica para representar las relaciones entre conjuntos. En este método se representa el silogismo en un solo diagrama. Estos círculos se encuentran sobrepuestos de forma que representen las relaciones entre los conjuntos del silogismo.

Los modelos mentales de conjuntos. De acuerdo con la teoría de los modelos mentales, el razonamiento deductivo comprende tres etapas:
  1. Una primera etapa de comprensión en la que el sujeto utiliza su conocimiento sobre el lenguaje y su conocimiento en general para comprender las premisas.
  2. Una segunda etapa en la que el sujeto genera una descripción lo más sencilla posible de los modelos construidos a partir de las premisas. Esta descripción debe enunciar algo que no se encuentre explícito en las premisas y es la conclusión tentativa del argumento.
  3. Una tercera etapa en la que el sujeto busca modelos mentales alternativos de las premisas que puedan falsar la conclusión tentativa. Si no los encuentra, entonces la conclusión es válida. Si los encuentra, entonces regresa a la segunda etapa para seguir probando conclusiones tentativas mediante la búsqueda de contraejemplos en la tercera etapa.
Las dos primeras etapas comprenden procesos de comprensión y descripción y es la tercera etapa con el proceso de búsqueda de contraejemplos donde se ubica el “aspecto” deductivo del razonamiento.
El modelo mental está constituido por símbolos que representan miembros representativos del conjunto.
Los errores de razonamiento se explican por el número de modelos mentales y por el tipo de figura. Los resultados experimentales han puesto de manifiesto que cuanto mayor sea el número modelos mentales necesarios para encontrar una conclusión válida tanto más difícil será el problema y mayor la probabilidad de error al ejecutarse las operaciones en la memoria a corto plazo, que tiene una capacidad limitada.
El contenido o las creencias también puede ser una fuente de error que puede influir en la interpretación, en la combinación de modelos y en el proceso de aceptación o rechazo de la conclusión tentativa. Cuando el contenido influye en la combinación de modelos mentales puede acortar el proceso de búsqueda de modelos alternativos si la conclusión tentativa es compatible con el sistema de creencias, aunque sea inválida. También podría ocurrir que el sujeto buscara afanosamente más modelos mentales alternativos cuando la conclusión fuera contraria a su sistema de creencias.

Santamaría, García Madruga y Carretero (1996). Los autores defienden que la categorización del contenido en creíble, increíble o neutro es inapropiada y proponen una nueva categorización basada en las relaciones entre los conceptos del problema. En concreto, las interpretaciones que se pueden dar en la universal afirmativa son la identidad y la inclusión directa, en la universal negativa la disyunción, y en la particular afirmativa y la particular negativa la intersección y la inclusión inversa. De esta forma, se entiende que la credibilidad de una conclusión dependerá de la equivalencia funcional entre estas interpretaciones y la estructura del problema.

La crítica fundamental se centra en que esta teoría se autodefine como semántica, pero no explica cómo se vincula el conocimiento almacenado con la construcción de los modelos mentales en la memoria operativa. La teoría no determina cómo se construyen los modelos mentales, ni el orden en la construcción de la secuencia de las posibles interpretaciones, ni se compromete con el tipo de representación de los modelos mentales, ni con el orden de la combinación de los modelos mentales.
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